LIGHT, HEAT AND SOUND
The video that accompanies this topic presents two aspects of God, one manifest and the other unmanifest. The manifestation of God is creation itself, not as a separate expression of him, but as himself condensed into matter. The invisible side of God, which the video treats as unmanifested God, is hidden from the physical senses and corresponds to more subtle expressions. Science speaks of these subtle expressions as parallel universes.
God is an omnipresent force that projects itself into creation, forming a perfect multiple unity. God is the life that vibrates eternally in everything that exists and the bodies that house it. God is the fragrance of jasmine and jasmine itself, the light of the lighthouse that illuminates the sailor as well as the lighthouse and the sailor. Every breath that flows through the nose, every gentle breeze that blows, every river that flows, speaks of God and the greatness of Him. The distinction between the self and the rest of creation as separate realities is not real, because what makes up the human body, the galaxies, the minerals and the plants and what vibrates eternally within them are the same in all. The difference is at the Level of Being or level of consciousness.
God, seen through the senses, is matter. God, seen through the intellect, is the mind. God, seen through the spirit, is the Atman or Being. The Being dwells within man. Before it was thought that he could only be found in the church, in the ashram, or in heaven. The body is his moving temple. His sanctum sanctorum is his own heart. He closes his eyes. He withdraws his senses from sensual objects. Seek God in his heart with a concentrated mind and devotion. He will find it.
The mind is the prison of the ignorant, the heart the refuge of the wise. ―V.M. Lakhsmi Daimon
The principle of creation is the Absolute, but nevertheless the Absolute is not the creation. The Absolute is the Being of all beings. He is beyond thought and action, sound, silence and the senses. The Absolute is beyond time, number, measure, weight, quality, form, fire, light and darkness. However, He is the uncreated fire and light. The Absolute has three veils that the Hebrew Kabbalah presents as Ain, Ain Soph and Ain Soph Aur.
Ain is translated as “without” or “no”, meaning that the Ain is the Unmanifested Absolute. The Ain is the Hindu Parabrahman, the Sanskrit Sat, that is, consciousness or absolute energy. Through a movement of the Ain, the Ain Soph arises, which translates as “endless.” The Ain Soph corresponds to infinity, or rather to infinite Cosmic Space in the highest spiritual sense. The Ain Soph is the Hindu Mulaprakriti that represents the root of creation.
Parabrahman and Mulaprakriti are two aspects that complement each other. Pure consciousness could not be expressed without the vehicle facilitated by the Mulaprakriti or Cosmic Mother. She engenders, preserves and destroys creation upon the arrival of the cosmic night or pralaya. In Parabrahman lies hidden his co-eternal emanation or inherent radiation, the Mulaprakriti, which, periodically becoming Brahma, the masculine-feminine potency, extends itself in the manifested universe.
In the deep night, or pralaya, only darkness fills the boundless Space of the Ain Soph, for Father, Mother and Son are One, and the Son has not yet awakened to the wheel of samsara and his pilgrimage in it. At the dawn of the universe, at the beginning of a new manvantara, the Son or Ain Soph Aur comes into activity. Ain Soph Aur translates as “endless light,” meaning it is infinite light.
In the beginning was the Word, and the Word was with God, and the Word was God. This was in the beginning with God. All things were made by him; and without him nothing that is made was made. ―Gospel of John 1:1-3 ―Evangelio de Juan 1:1-3
Al comenzar cualquier universo, surge la Luz generadora y creadora, el rayo Okidanock, el aliento de vida que genera el cosmos. La aparición y desaparición de un universo se describe como la inhalación y la exhalación del Gran Aliento, el cual no es otra cosa que movimiento. Cuando el soplo de vida es exhalado, el rayo Okidanock o Ain Soph Aur entra en actividad. De esta manera vemos que Ain (conciencia infinita), Ain Soph (espacio infinito) y Ain Soph Aur (luz infinita) son tres aspectos inherentes del Uno.
El rayo Okidanock emana a las tres fuerzas primarias, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En la cábala hebráica, el Padre es Kether, el andrógino divino. Esta Seidad, que no es espíritu ni materia, es el ejército de la voz, el Verbo, la Gran Palabra, Jehová. Kether, o Primer Logos es la Mónada, Brahma, el Padre-Madre en nosotros, el Purusha-Prakriti hindú, el Osiris-Isis egipcio, el Adam-Kadmon cabalístico, el Iod-Heve hebreo, el Ruach Elohim o Divino Espíritu del Señor flotando sobre las aguas genésicas abstractas del primer instante. El es el Anciano de los Días, la corona de la vida que une al Absoluto con la constitución individual de cada creación.
Parabrahman y Mulaprakriti significan inteligencia cósmica ilimitada y espacio cósmico ilimitado. En esa matriz cósmica se mueve el Primer Logos, una multiplicidad de seres, llamados Mónadas. La matriz cósmica es Uno a pesar de las formas innumerables que están en él. En cualquier punto en particular, un Logos puede estar surgiendo de su pralaya, aquí, allí o en cualquier parte; millones de estos Logos pueden estallar simultáneamente en nuevos manvantaras, y otros millones pueden estar entrando en sus pralayas.
La evolución cósmica y su comienzo han sido generalmente descritos como, “En el principio era Eso,” pero este comienzo no significó un comienzo absoluto de todo el infinito, sino el comienzo de un sistema en particular. Cuando se habla del Verbo o Primer Logos, se refiere a innumerables puntos monádicos en Eso. Estos Logos se desarrollan en jerarquías, ya sean cósmicas, solares, galácticas, planetarias, o seres humanos y átomos.
Del Primer Logos, Kether, se desprende la constitución interna de todo cuanto forma parte del mundo fenoménico. La consitutición de todo cuanto existe en la creación es septuple, o sea tiene siete dimensiones. El árbol sephirótico de la cábala hebraica describe esta constitución interna.
Luz, calor y sonido hacen referencia a las tres fuerzas primarias de la creación, Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre es Jehová, el ejército de la voz que crea y sostiene la creación en armonía por medio del Verbo. El sonido es movimiento, y el movimiento es vida, indicando que el Hijo, que representa la vida y la luz, se proyecta en la creación. La fuerza Cristo es energía, luz, vida.
Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. ―Juan 14:6
El Espíritu Santo, por otra parte, es el gran estabilizador de la vida, y la estabiliza por medio del calor. El calor es un aspecto intrínseco de la energía, del movimiento y del sonido. Donde hay movimiento hay energía, y donde hay energía, hay calor, y la energía es luz. Luz, calor y sonido son expresiones de la Tríada Divina en su proceso creador. Cada elemento tiene su particularidad, mas las tres son insperables, representandose así el misterio de los 3 principios en 1.